Alza la voz por el Ártico

martes, 19 de junio de 2012

La vida desde las alas del mar

Pelícanos descansando en una lancha
Una joven gaviota le pide a un humano que le invite algo del sanguche que come
Dos gaviotas peleando por un pedazo de galleta, me recuerdan a los humanos

viernes, 8 de junio de 2012

Gorriones Americanos Jugando


Foto de 3 pequeños gorriones americanos jugando a los exploradores ">

La Naturaleza y la Protección del Equilibrio Ambiental


La Naturaleza y la Protección del Equilibrio Ambiental

La naturaleza se puede definir como todos los elementos vivos de la Tierra que no  han sido alterados por el hombre. El hombre, a lo largo de los siglos, ha pasado de ser un ser completamente natural; en el sentido de que convivía todo el tiempo con la naturaleza y de manera directa, me refiero al hombre pre-histórico; a ser, hasta hace unos siglos, en casi todo el mundo, un ser que convivía parcialmente con ella. Hasta hace poco, el hombre convivía parcialmente con la naturaleza, pues, este tenía que hacer sus labores manualmente y en una confrontación diaria y casi directa con el respectivo medio ambiente que lo rodea. Cabe resaltar que al referirme al hombre de esa forma estoy generalizando, pues no me refiero a aquellos abusivos poderosos acomodados en sus palacios opulentos, llenos de lujos y sin palpar la realidad, sino, a todos aquellos hombres y mujeres que conformaban el grueso de la población mundial. Esta mayoría se ganaba la vida, generalmente, arando la tierra y cultivándola, aprovechando los entonces abundantes recursos alimenticios marinos, o dedicándose a la crianza del ganado, entre otras. A diferencia del contexto actual,  hombres y mujeres de la cultura occidental tenían también ese contacto directo porque, en primer lugar, no tenían otra opción para continuar con sus vidas. Sin embargo, para el infortunio de las siguientes generaciones y del equilibrio natural ambiental, este lazo naturaleza-hombre, se romperá con la llegada de la revolución industrial en Occidente, respaldada por un sistema capitalista, consumista y materialista.

Con fuentes de energía como el petróleo y el carbón, y la nuclear más adelante, el hombre comenzó a acelerar todos los procesos de producción de bienes materiales y comercializables, así como a estandarizarlos. Mientras más estandarizado el producto, más simple el proceso, menor el costo de producción. Ese fue el lema de la revolución industrial para la producción en masa. Por este motivo tantos vegetales raros o de difícil procesamiento comercial fueron olvidados, Fue por este motivo también que productos como la soya fueron modificados genéticamente para poder producirlos en masa más abaratada y fácilmente. De esa forma miles de hectáreas de campo cayeron bajo la sombra del monocultivo.

La revolución industrial trajo en Europa otro importante problema. Como las empresas esclavizaban a la clase obrera en las fábricas de las principales ciudades inglesas, y luego el resto de europeas, hubo una gran escasez de mano de obra en los campos de cultivo. Los ingleses se vieron ante la necesidad de un producto más eficiente que el guano peruano para poder explotar los recursos agrícolas de una manera más fácil, eficiente, y, sobretodo, barata; que suplantara la ausencia de obreros en los campos agrícolas. Fue así como llegó el salitre de Perú, Bolivia y Chile (y más tarde solo de Chile). Este mineral fue usado, básicamente, como un fertilizante más barato y más productivo para el sector agrícola europeo. Sin embargo, no cumplía con las facultades naturales del guano peruano, lo cual tuvo su impacto negativo en los productos y las tierras de cultivos. Dichas tierras fueron desertizándose poco a poco y su productividad como anterior tierra fértil se vio claramente perjudicada por los fertilizantes artificiales, y más tarde los transgénicos.

En consecuencia a esta ansia colectiva por incrementar la producción  a niveles altamente innecesarios (considerando el número destino de consumidores por productos) se produjo un círculo vicioso enorme de consumo, y desperdicio, desenfrenado, el cual dejó atrás su largo rastro de desechos contaminantes como el dióxido de carbono (CO2), principal compuesto responsable del calentamiento global; el monóxido de carbono (CO), compuesto nocivo generalmente segregado junto al dióxido de carbono; los clorofluorocarbonos (CFC), causante principal del deterioro en la capa de Ozono y fácilmente hallable en productos de aerosol; mercurio (Hg), elemento químico extremadamente nocivo para cualquier ser viviente generalmente relacionado a relaves mineros; entre muchos otros. Esta vorágine consumista no tomó en cuenta el gran daño que le hacía a innumerables lagos, ríos, mares, bosques, selvas tropicales, especies animales y vegetales. Muchísimas especies desaparecieron durante la revolución industrial como una consecuencia de la casa excesiva o la depredación de su hábitat natural (como es el caso de muchos bosques europeos y norteamericanos). Aún hoy, especies como el tigre siberiano o el oso panda corren peligro por la seria depredación del hábitat natural.

Un daño igualmente serio pero mucho menos imperceptible es el daño que se le hizo a la idiosincrasia comunal de gran parte de la cultura occidental. La gente ya no veía a la naturaleza como lo habían hecho sus ancestros. Ellos, como ya lo comentamos, tuvieron un contacto mucho más directo con la naturaleza. La ausencia de contacto de las generaciones más recientes con su medio ambiente influyó fuertemente en la manera en que conciben a la naturaleza mentalmente y de la forma en que interactúan con la misma. Más de una persona la mira como si fuera una refrigeradora llena de recursos, como si su valor dependiera únicamente de los recursos que podamos extraer.

Es aquí donde surge la problemática medioambiental y este ensayo cuenta la historia y reflexión sobre como la particular codicia y egoísmo del ser humano, alentados por sus sistemas políticos y procesos económicos, proyectan la actual visión, incluso de algunos ecologistas, de la naturaleza como un conjunto de recursos y no de seres vivos.

Desde remotas épocas, los seres humanos han comprendido la importancia que tiene la naturaleza, más allá de su importancia neta como productora de recursos irremplazables y necesarios para la subsistencia, y su carácter como ente viviente e independiente por naturaleza (valga la redundancia) de la voluntad del hombre. Un ejemplo de esta afirmación es la cosmología de la cultura andina prehispánica, más conocida como los incas. Esta cultura veía a toda la naturaleza como la gran madre creadora; de ahí el término quechua (lengua de los incas) “mama-pacha”, el cual quiere decir “madre tierra”; y creí que los ríos eran como la leche proveniente de los nevados con la cual esta madre alimentaba a todos los seres vivos que en ella existían. Otra cultura conocedora de este hecho abstracto es la de los indígenas norteamericanos Navajo. Prueba de esto son las observaciones que la antropología ha hecho sobre sus rituales al momento de talar árboles para construís sus casas, o al cazar. Los navajos, al momento de realizar estos rituales, piden primero permiso al bosque, por ejemplo, para talar un árbol y poder construir su casa, además de ofrecerle hojas de tabaco, quizás para persuadirlo, pues el bosque puede negarse. Incluso aseguran que de no hacer correctamente el ritual o de no pedir el permiso correspondiente <”todo el bosque lloraría y sufriría la muerte de uno de ellos”. Actos muy similares se realizan al momento ode cazar venados. Se puede concluir, por lotanto, que esta cultura entiende que la naturaleza es algo más que sus recursos, y de que nosotros somos solo una parte más de un gran sistema, del cual nosotros no podemos disponer para nuestro gusto si lo desequilibramos o perjudicar. Esta manera de entender el mundo se refleja en casi todas las culturas antiguas de la humanidad y es, de hecho, la manera natural por la que el hombre siempre ha entendido y debería entender a esta, es decir, como un ente gigante, independiente y vivo.

Un conjunto de factores, entre los cuales están una necesidad de mayor producción para satisfacer las necesidades y las codicias de una población cada vez mayor, el afán de las empresas por reducir los costos de producción en sus fábricas, la fuerte competencia y las carreras armamentistas entre las potencias occidentales, fueron algunas de las causas de la revolución industrial. Esta revolución, aunque ha brindado inmensas comodidades y beneficios a la humanidad, también trajo consigo una parte mucho más nefasta, tanto en la humanidad como en la naturaleza. En cuanto a la humanidad, en términos generales, podemos afirmar que las clases obreras sufrieron del  abuso de poderosos empresarios por medio de extensas y atenuantes jornadas laborales, las cuales llegaban a tener hasta 16 horas de trabajo diario, sin contar a los sueldos miserables. Más tarde, en el caso de algunos países, ya no serían los empresarios los encargados de explotarlos sino los estados respectivos. En cuanto a la naturaleza, la codicia y el egoísmo lo explotó de una manera igual o más nefasta. En Europa occidental casi desaparecen los bosques, y los ríos y mares fueron contaminados con innumerables químicos producto de desechos industriales. Los hombres poderosos de ese entonces no solo veían a la naturaleza solo como una bolsa de recursos que había que extraer lo más rápida y baratamente posible, sino que, además no tomaban en cuenta que de consumir todo tan rápido, no habrían recurso para un mañana.

Es recién a mediados de los 70’s que, ante la crisis del petróleo en los Estados Unidos, la filosofía y los movimientos verdes comienzan a tener mayor acogida y fuerza. Muchos grupos pacifistas y antinucleares comenzaron a mirar también frentes ecologistas y protectores del equilibrio natural como suyas. Es aquí donde surgen movimientos como Greenpeace (paz verde por su palabras en español), ONG ambientalista surgida en Vancouver, Canadá, en 1971, como reacción, en un primer instante, a la destrucción y el peligro que traía consigo la carrera armamentista nuclear y su respectivas pruebas nucleares. Hoy, Greenpeace es una ONG que lucha por la conservación del medio ambiente a nivel mundial, con filiales en todos los continentes e incontables países. Fue en este contexto donde también surgieron movimientos como la WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza/Vida Salvaje, por sus siglas en inglés), o “The Nature Conservacy”.

Fue en este contexto donde partes considerables de la cultura occidental toman en cuenta también al medio ambiente para tomar decisiones. Fue también aquí cuando las mismas partes toman conciencia  de lo que el resto de culturas nos habían comunicado a gritos sobre la naturaleza.

Pienso que el hombre ha comenzado, con la revolución industrial, un proceso de materialización y deshumanización. En este proceso, el hombre ha dado, o intentado dar, un valor netamente económico a bienes invaluables, como la vida misma, la naturaleza, los valores humanos, los ríos, la diversidad biológica, o a los hombres mismos. Prueba de esto son las aprobaciones de numerosos gobiernos a proyectos que admiten que la destrucción del medio ambiente será inevitable (como Conga en Perú), o que no lo admiten pero que es obvio que los riesgos a tomar son altísimos (como las explotaciones petroleras de Shell en Alaska). Otra prueba, un poco más alejada del tema, es el mercado negro de órganos humanos. No hay, quizás, mejor prueba de la existencia del proceso de “cosificación” (por nombrarlo de algún modo) que el negocio dedicado a remunerar de forma netamente económica un valor invaluable como lo es el órgano de una persona. Aquí, pedazos de humanos son vendidos como si fueran objetos, productos, comercializables. Y es que la aniquilación del medio ambiente siempre estará presente, total o parcialmente, mientras la humanidad no acabe con la lacra de la visión de la naturaleza como un objeto o un recurso, pues es ese pensamiento, el que nos da la “licencia” para faltarle el respeto a la naturaleza, y, por lo tanto, actuar en contra de nuestra natural forma de entender a la ecología y el ambiente.

Es aquel mismo pensamiento el que nos dice “si 4 lagunas sirven para dar agua, reservorios que almacenen el agua y cumplan  el “papel” de las lagunas lo podrían  reemplazar”, y luego, “si debajo hay algo que me interesa “¡¿Qué me interesa lo que haya arriba?!””

Pienso que la manera correcta y natural además de observar al medio ambiente es pensarlo como, en primer lugar, un ente vivo. Tenemos que comprender que está vivo y lleno de energía para poder sentirlo como un ser y no un objeto. Además, la naturaleza es un sistema que independientemente se regula, crece, evoluciona, y que alguna vez nació. En segundo lugar tenemos que verla como a una madre. La naturaleza es en sí una madre porque de ella dependen todos los organismos de la Tierra. Además, de ella nacen las nuevas generaciones y de ella nació el humano.

La intención de la primera parte de mi ensayo era reflejar las dos formas diferentes de comprender al ambiente a través de la historia y de las culturas. Como finalidad, quise comprobar que la innata en el ser humano es la de la primera, pues, además de ser así como ha pensado durante toda la historia, es la única manera por la cual respetará al 100 % a la naturaleza.

El ser humano tiene que “despertar” del letargo en que lo dejó la Revolución Industrial. Y ese despertar consiste en tomar conciencia del daño y la verdadera situación del mundo en la actualidad. La triste verdad es que la realidad no solo es más crítica de lo poco que publican los medios de comunicación, sino, además, más crítica de lo que la gente en general piensa. Con letargo me refiero  a la aceptación y dependencia de los hombres a las comodidades que ofrece la tecnología, sin tomar en cuenta al medio ambiente, además de la incapacidad de este para poder tomar conciencia de la realidad, sea por estar engañado por los medios, o por dificultad para poder interiorizar lo critica del a situación en que vivimos. Este letargo se convierte en relativamente natural en el ser humano cuando este ha sido afectado por el consumismo de las sociedades en que vivimos. Es, de cierta forma, natural en nuestra sociedad, pues, el ser humano se ha vuelto egoísta, y siempre deja las tareas importantes a sus otros semejantes. De cierta forma el humano no quiere entender lo que pasa para dejarle esa tarea de proteger al que está a su lado.

Una vez que despertemos como sociedad, será cuestión de tiempo para que nos involucremos en acciones positivas hacia la naturaleza. Mujeres y hombres podrán dejar el egoísmo mencionado atrás para involucrarse en las exigencias de políticas medioambientales a sus diversos estados y a las empresas que consumen. Humanos luchando individualmente no pueden hacer mucho, pero como colectividad, todo.

Los medios de comunicación, al estar corrompidos por poderes mayores, como las empresas gigantes, no publican notas importantes sobre nuestra naturaleza, como la actual de que Shell, empresa gigante petrolera, quiere explotar el petróleo de Alaska en el Ártico. De lograrlo, podría significar el fin de los glaciares del Ártico, pues, además de la polución que generaría el ingreso de más petróleo en el mercado, un derrame de esas magnitudes en condiciones como las de Alaska sería imposible de contener. Por eso los humanos, especialmente los de  occidente, no debemos confiar en lo que nos dicen los poderosos, sino, en lo que nos puedan decir, quizás, algunas ONG que se encargan de ayudar al mundo y que publican este tipo de notas a través de sus páginas en internet.

Con este ensayo, no he tenido la finalidad de respaldar un atraso tecnológico. Todo lo contrario, pienso que las nuevas tecnologías se han vuelto una parte importante en la vida diaria de la gran mayoría de la humanidad pero que deben enfocarse cada vez más en el deterioro de nuestro planeta. Algunas empresas como Facebook o Duracell ya han asumido ciertos compromisos, sean por marketing o por convicción. Sin embargo, otras muy importantes como Apple o Microsoft siguen usando energías sucias como la nuclear o la del carbón para los diversos servicios que ofrecen. El compromiso de grandes empresas tecnológicas como estas es indispensable para poder salvar a nuestro medio.

El proceso de deshumanización en que estamos viviendo no solo permite la destrucción del medio ambiente, sino también, en sí, es un gran mal de la humanidad, que, además, influye en otros males relativamente recientes de la humanidad. Algunos de estos son el narcotráfico, el tráfico ilegal de animales, el tráfico ilegal de armas, las carreras armamentistas, el mercado negro de órganos, los genocidios, el terrorismo, las guerras con razones comerciales (como la de Estados Unidos en Medio Oriente), entre muchas otras. Detrás de todos esos males se encuentra un profundo rechazo hacia los valores humanos, hacia el valor infinito de una vida, hacia la humanidad del humano. Detrás de ellos se encuentra una visión del mundo única y estrictamente económica. Los hombres ven al resto de hombres como una serie de características numéricas que deberían aprovechar lo máximo que puedan y no como un semejante. La publicidad y la forma en que analiza estadísticamente a las sociedades para controlar la forma de pensar de la sociedad, e incentivarla al consumo en exceso es otro claro ejemplo.

Es producto, también, de este proceso, que si llegáramos a acabar con nuestros recursos, no serán los poderosos los mayores perjudicados, sino, las grandes mayorías. Cuando la humanidad despierte, de haberlo hecho demasiado tarde, los poderosos aún tendrán acceso a aquellos escasos campos de cultivo y raciones de agua potable, al aire limpio por medio de alguna máquina, a un terreno donde habitar. Mientras tanto, el resto de los humanos en sus países tercermundistas sufrirán las inclemencias del clima, las sequías, las inundaciones, la escases de alimento; aún más que los desarrollados e industrializados. Guerras por el agua, y quizás por lo que haya quedado de Amazonía, y alimentos se vislumbran en un futuro sombrío y real que tenemos que prevenir sin dejar esa tarea a aquellos que nos jalan hacia él. La gran responsabilidad cae sobre cada uno de nosotros. Lo que pase en el futuro, dependerá de las decisiones que tomemos sobre nosotros hoy.